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Filomena dejó el bolígrafo en la mesa y le agradeció con una sonrisa al anciano, que le devolvió el gesto.
Al dejar la nota junto al servilletero se preguntó si llegaría a experimentar ese sincero amor que vislumbraba en la mirada de la pareja de ancianos. Se dijo que sí, que no estaba muy lejos de ello.
La noche empezaba a mostrar su rostro lóbrego, por suerte, las primeras farolas de la avenida empezaban a alumbrar, sobre la banqueta se dispersaban los rayos luminosos en un viaje constante sin retorno. Sobre el pavimento las sombras de los viandantes se estiraban hasta hacer contacto la punta de las zapatillas de Filomena. Las delgadas suelas chocaban contra el concreto y dejaban escapar un leve sonido como el de un suspiro en medio de la nada. Pronto, el andar rápido fue cambiando hasta convertirse en un trote parsimonioso.
Al doblar en la esquina, la divisó. La reconoció con facilidad por la bufanda que terminaba en la espalda baja de Cristina.
Ella estaba ahí, quieta, frente a una galería -desde donde estaba podía verse el enorme rótulo que se mecía en lo alto, justo debajo de Cristina-, como si supiera que iban tras de ella. ¿Qué había logrado llamar su atención, eh?, se preguntó Filomena sin darse el tiempo necesario para contestarse así misma, apresuró el paso. Quería acercarse lo más que su ligereza le permitiera, estirar la mano y posarla en su hombro, para luego... ¿Para luego qué?, se dijo. No supo con certeza lo que haría. Siguió, no se percató pero ahora corría sobre la acera como si el último hálito de vida se escapará por la calle... a unos metros de donde se encontraba.
*
No supo con certeza que era... ¿tendría que ver algo el cuadro de la galería en donde se mostraba a dos mujeres? Se detuvo frente al cristal. Unas bombillas alumbraban el cuadro haciendo que los detalles del óleo resaltarán como si la pintura estuviera tomando vida propia. Cristina, se dijo a sí misma que debía volver. "Un cruce de palabras no te harán daño, Cristina", pensó. Hizo mella en lo fácil que resulta alejarse sin permitirse el derecho de la equivocación necesaria que luego hace más sencillo el abandonar y olvidar.... sólo era eso lo que buscaba. Una quietud sólida que no se desmoronará con tanta fragilidad.
*
Los pies de Filomena iban a estallar con el próximo paso. Se dijo que no podía más. Su último intento por hacer algo resonó en toda la calle y reverberó en un eco que se extinguió justo cuando sus miradas se encontraron, nuevamente.
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Escuchó su nombre reverberar por toda la calle ..., la voz que clamaba por ella parecía ser la misma que se fue extinguiendo en sus recuerdos luego de tantos años como la llama de una vela luego de recibir el embate de un soplo. Giró la cabeza, estaba ahí, en medio del arcén, quieta, como la última vez. Las personas que rodeaban a Filomena la miraban atónitas, era obvio, nadie entiende el lenguaje de la pasión si no es parte de él. Y eso era justo lo que había entre ellas: pasión. Cristina no espero a que Filomena diera el primer paso, no era ése su estilo, la iniciativa predominante nunca fue lo suyo. Cristina camino hacia Filomena, cosa que disfrutó placenteramente, era similar a la sensación de acercamiento como cuando pasaron la primer noche juntas.
Se sintió plena y segura, al ver a Cristina acercarse a ella, lentamente. Hubiera querido estar desnuda, cubierta sólo por las sábanas blancas de aquella cama en la que muchas veces se dejaron amar hasta el siguiente amanecer.
*
Filomena se quedó sin palabras, Cristina tomo su lívida mano.
"No digamos nada, ya tendremos tiempo de hacernos dañó", le dijo Cristina a Filomena antes de darle un beso (adoraba perderse en eso labios), para luego cubrirla con sus brazos como la noche lo hacía con ellas, como las sábanas blancas que esperaban por ellas en el departamento, desde hacía un tiempo atrás.
Arte (1): Min Jung Kang
Fotografías (2, 3): Reem Alsabah
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