En
segundos, Charlotte estaba en la habitación entregándosele a Richard.
-
Aquí esta -dijo,
solícita.
-
¿Donde esta tu arma, Richard?
Richard
levanto su camisa y giro sobre sí mostrando su espalda baja. El cañón del arma
estaba oculto tras el pantalón pero el mango y gatillo a la vista distinguiéndose
sobre la piel clara.
-
Bien quiero que hagas algo por mí,
antes de que le ponga el tiro entre las cejas. Escucha bien: toma su mano
derecha y extiéndela como si fueras a depositar monedas en ella -Filomena daba las ordenas como si estuviera
diciendo una receta de cocina-,
luego, con en el filo del cuchillo, dibuja una E, en mayúscula, sobre la palma.
-
No voy a ser algo así…-la voz de Richard sonó como la de un niño
asustado que se rehúsa a participar en una diablura por que reconoce el riesgo
de ser atrapado.
-
No me digas que ahora vas a echarte
para atrás, Richard. ¿Quieres que le peque el tiro o me largue de esta pocilga
de mierda? Compláceme, -Filomena
imprimió la voz más dulce que había dentro de ella-,
deseo un recuerdo de ustedes dos, juntos. Un recuerdo simultáneo…
-
De acuerdo…- dijo mientras se inclinaba hacia Cristina con
el cuchillo en sus manos.
-
¡Espera! -su
grito hizo que Charlotte diera un respingo dejando caer la lima de sus manos.
Un
ruido de metal como si alguien hubiera dejado caer una moneda invadió la
habitación.
-
¿Ahora, qué?
-
Recuerda que no he usado un arma
nunca ¿Ya las haz cargado?
Richard
se puso de pie. Saco el arma de su escondite e hizo girar el tambor. Luego tiró
el percutor que hizo un pequeño ruido como cuando se cierra un candado. La
mostro a Filomena y volvió a guardarla. Y añadió girando hacia Cristina:
-
Bien, ya puedo proseguir con tu
loable idea.
Richard
tomo la muñeca laxa de Cristina y la presionó contra el suelo. Puso la hoja
afilada del cuchillo sobre la piel e hizo exactamente lo que Filomena le había
ordenado.
-
Avísame cuando hayas terminado -le dijo a Richard mientras esperaba y veía como
Charlotte volvía a tomar la lima del suelo. El taño de la rosa parecía un hueso
en el hocico de un perro.
A
Richard le estaba llevando más tiempo del que había pensado. A pesar de que la
hoja del cuchillo se deslizaba como patín de acero sobre hielo seco. La piel se
abría como pétalos de flor dejando emanar la sangre fluidamente. Pronto la
sangre caía a gotas de la mano de Cristina hacia el charco sobre la lámina de
cartón como un pequeño arroyo hacia el lago más cercano. No hubo ningún intento
de lucha por parte ella. Los quejidos eran el de una persona que acababa de
hacerse un pequeño rasguño con el borde de la banqueta. Había perdido casi el
sentido de la realidad, más dolor no cambiaba nada, al contrario, apresuraba su
inexorable fin.
Richard
dijo con aire de grandeza:
-
Listo. Creo que ha qu---
Richard
sintió una corriente de aire detrás de él y luego…
¡Una…!
¡Dos
detonaciones del revolver!
Richard
giro rápidamente y vio a Filomena varios metros de él, con las manos extendidas
hacia donde el cuerpo de Charlotte convulsionaba con dos agujeros en la cabeza como
si estuviera teniendo un ataque epiléptico. El tallo de la rosa aún permanecía
sobre la boca abierta como un agujero en la tierra. El rostro de Filomena no
denotaba, extrañeza alguna, como sí por su poca inexistente experiencia con las
armas hubiera acciona el gatillo sin intención de dejar escapar dos tiros
certeros hacia el cráneo de la chica que Richard había consideraba, hasta
entonces, como una hermana menor a quien debía cuidar; al contrario, el rostro
de Filomena era todo menos el de una persona con arrepentimiento por sus actos.
Pronto
la sangre se dispersó varios metros, desde el cuerpo ya sin vida, hasta dar muy
cerca de donde Filomena permanecía parada con una sonrisa traviesa como si lo
que había lanzado hubiese sido un globo con agua a manera de broma familiar.
-
¡¿Pero qué carajos has hecho?! –le grito
tirado casi sobre el cuerpo exánime de Cristina, con los ojos desorbitados prestos
a salir de sus cuencas, con un halo de pavor y con los brazos salpicados de
sangre. El cuchillo había quedado sobre la mano de Cristina que había dejado de
quejarse antes de que Richard terminará de poner la marca sobre su palma.
-
Tranquilo, amor. No quiero testigos…
sólo es eso. Ya había hecho mucho, no vi la necesidad de que… siguiera con
vida. Además, no me ha gustado que haya desojado la rosa. ¿Tienes idea de donde
pudo haberla tomado, Richard? No… bien. Yo sí. Ahora, quítate del frente… -Richard se apartó rápidamente y se puso de pie
apoyándose en la pared y embadurnándola de sangre de Cristina-. Corrígeme sino -apuntó
con el arma a Cristina-,
aún tengo cuatro tiros, ¿no? -Richard
asintió con la cabeza-.
Y te dije en aquella esquina: voy a vengarme de su engaño…
Richard
negó con la cabeza, y agregó:
-
No, has dicho: podrías poner un arma
en mi mano y no dudaría en endosarle una bala en medio de las cejas -las palabras le salieron entrecortadas como si
hubieran sido seccionadas en partes más pequeñas. No podía creer que Filomena
estuviera apuntando con el arma con tanta convicción. ¿De dónde provenía esa
repentina sangre fría de asesina en serie?
-
¿Una bala…? Bien. Creo que he
mentido… -dijo antes de
jalar el gatillo nuevamente.
Primer…
Segundo…
Tercer….
Y
cuarto disparo.
El
humo del cañón empezaba a dispersare por la habitación cuando Filomena lo dejo
caer contra el suelo e intentar salir de ahí a tropezones. Se detuvo en el
rellano de la puerta y fue hasta donde estaba Cristina. Se hinco hasta que
sintió el roce de sus labios con cabello ensangrentado.
Filomena
había dicho algo al oído a Cristina.
Salió
de la habitación, sollozando:
Un recuerdo simultaneo…
Su
vida había tomado un rumbo distinto aquel día. Darse cuenta que el tiempo no
era un carro con cuerda que se puede hacer para atrás ya le había tomado veinte
tantos años. La decisión había sido tomada, y la seguiría como su sombra por el
resto de su vida. Y debía recordarse, en cada uno de ellos, que había usado la
mejor carta en aquel momento: improvisar para que Dios no le boicoteara sus
planes.
NO PIENSO PUBLICAR EL EPILOGO.
NI NADA MÁS, HASTA NOVIEMBRE. SI LAS COSAS SALEN COMO PIENSO VOY A DIBUJAR UNA ENORME SONRISA EN EL ROSTRO DE DIOS.
ESPERO HABERLOS DEFRAUDADO.